Mucho hemos hablado últimamente del metal estadounidense, escandinavo y alemán. Y muy poquito, e incluso nada, del metal fabricado en las islas británicas. Hoy queremos enmendarlo. Y lo vamos a hacer hablando de una de las bandas revitalizadores del metal británico a finales de los años 70 y principio de los 80: Witchfynde. Una banda a medio camino entre el hard rock de la época y un metal más oscurillo, con los toquecitos satánicos aquí y allá que siempre les han acompañado, pero sin caer, ni muchísimo menos, en el black metal que llegaría luego.
La banda, originaria de Derbyshire, Inglaterra, fue fundada en 1974 por el bajista Richard Blower y el vocalista Neil Harvey. Obviamente, no podían montar una banda de heavy metal los dos solos. Y encontraron a uno de los mayores atractivos de la banda durante todas estas décadas: el guitarrista Trevor Taylor, mejor conocido como Montalo, un capo del heavy metal británico. Blower no duraría mucho. Desde entonces, y como casi todo grupo que perdura lo suficiente, las entradas y salidas han sido permanentes. Pero Witchfynde sobrevive.
O, mejor dicho: sobrevive tras resucitar. Y es que, en 1984, después de las malas críticas recibidas por su cuarto disco y con la desaparición del sello discográfico en que andaban metidos, los ingleses decidieron dar carpetazo a aquel bonito proyecto y seguir con sus vidas por separados. En el camino, cuatro álbumes que, si bien no serán recordados como la panacea del heavy metal, dan un pequeño y honorable hueco a Witchfynde en el imaginario de la escena metalera británica. Nadie puede negarles su contribución a la Nueva Ola del Heavy Metal de las islas.
No sería hasta 1999, quince años después, cuando la banda volvería a reunirse. Con Montalo como único músico fundador –aunque a Gra Scoresby, baterista, casi podríamos meterlo en el saco, pues se unió en 1975- y algunos otros de los miembros que habían formado parte de la banda Witchfynde durante aquellos setentas y ochentas, volvieron a la carga. Desde entonces, los británicos nos han regalado otros tres álbumes de estudio más. Vamos a repasar la discografía de Witchfynde atendiendo a tres de sus trabajos más populares.
Witchfynde – Give ‘Em Hell
El disco con el que la banda inglesa se presentó ante el mundo y, para buena parte de la crítica especializada, sin duda el gran trabajo de Witchfynde. En ocasiones ocurre. Mientras algunas bandas van evolucionando hasta, un buen día, tocar el cielo, otras lo tocan nada más nacer y se dedican durante el resto de su trayectoria a intentar encontrar de nuevo esa escalera que les permita tocarlo. En Give ‘Em Hell de Witchfynde hay mucho hard rock, mucho tema esotérico y mucha ingenuidad. Pero de la buena: de la que transmite muy buenas sensaciones.
Comprar Give ‘Em Hell
Witchfynde – Cloack & Dagger
Por el medio un Stagefright que no terminó de convencer del todo. Quizá por una falta de contundencia o por las expectativas generadas por el primer álbum. Quizá liberados de esa presión, los británicos se encerraron en los estudios de grabación y parieron el Cloack & Dagger de 1980. Una nueva muestra de esa mezcla de rock con un metal blandito que tan bien les funcionó en el debut. Cualquiera que conozca a la banda sabe que no cambiaron la historia. Pero tienen muchas canciones de calidad. Y este álbum esconde algunas de ellas.
Witchfynde – The Witching Hour
Nos saltamos el Lords of Sin, el disco cuyo fracaso comercial y de crítica supuso la disolución del grupo, para que nos topemos de inmediato con The Witching Hour. ¿Cuál es la magia de este álbum? Pues que significó el regreso de la banda tras quince años de inactividad. En su primera etapa se caracterizaron por un sonido bien ejecutado, pero nada revolucionario. ¿Y aquí? Probaron fortuna con un rock más tétrico, menos melódico y atmosférico. No obstante, como todo lo de Witchfynde, merece una escucha. Y ya que cada uno decida por sí mismo.